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Desde mi ventana

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Desde mi ventana
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"Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo".- Evelyn Beatrice Hall"

martes, 20 de noviembre de 2007

Las canicas rojas

Durante los duros años de la depresión, en un pueblo pequeño de Idaho, USA, solía parar en el almacén del Sr. Miller para comprar productos frescos de granja. La comida y el dinero escaseaban y el trueque se usaba mucho.
Un día en particular, el Sr. Miller me estaba empaquetando unas papas. De repente me fijé en un niño pequeño, delicado de cuerpo y aspecto, con ropa roída pero limpia que miraba atentamente un cajón de arvejas frescas maravillosas.
Pagué mis papas pero también me sentí atraído por el aspecto de las arvejas.¡Me encanta la crema de manzanas y las papas frescas!. Admirando las manzanas, no pude evitar escuchar la conversación entre el Sr. Miller y el niño.
"Hola Barry, como estás hoy?"."Hola Sr. Miller. Estoy bien , gracias. Solo admiraba las manzanas... se ven muy bien".
"Sí, son muy buenas. ¿Cómo está tu mamá?"."
Bien. Cada vez más fuerte"."
Me alegra. ¿Hay algo en que te pueda ayudar?".
"No Señor. Sólo admiraba las manzanas".
"¿Te gustaría llevar algunas a casa?".
"No Señor. No tengo con que pagarlas".
"Bueno, ¿qué tienes para cambiar por ellas?"
"Lo único que tengo es esto, mi canica más valiosa".
"¿De veras? ¿Me la dejas ver?".
"Acá está. ¡Es una joya!"
"Ya lo veo. Mmmm... el único problema es que ésta es azul y a mí me gustan las rojas. ¿Tienes alguna como ésta, pero roja, en casa?".
"No exactamente, pero casi".
"Hagamos una cosa. Llévate esta bolsa de manzanas a casa y la próxima vez que vengas muéstrame la canica roja que tienes".
"Desde ya... muchas gracias Sr. Miller".
La Sra. Miller se me acercó a atenderme y con una sonrisa me dijo: "Hay dos niños más como él en nuestra comunidad, todos en situación muy pobre. A Jim le encanta hacer trueque con ellos por manzanas, tomates, o lo que sea. Cuando vuelven con las canicas rojas, y siempre lo hacen, él decide que en realidad no le gusta tanto el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de mercadería y la promesa de traer una canica color naranja o verde tal vez"
.Me fui del negocio sonriendo e impresionado con este hombre.Un tiempo después me mudé a Colorado pero nunca me olvidé de este hombre, los niños y los trueques entre ellos. Recientemente tuve la oportunidad de visitar unos amigos en esa comunidad en Idaho. Mientras estuve allí, me enteré que el Sr. Miller había muerto. Esa noche sería su velatorio y sabiendo que mis amigos querían ir, acepté acompañarlos.
Al llegar a la funeraria, delante nuestro, en la fila, había tres hombres jóvenes. Uno tenía puesto un uniforme militar y los otros dos unos lindos trajes oscuros con camisas blancas. Parecían profesionales.
Se acercaron a la Sra. Miller quien se encontraba al lado de su difunto esposo, tranquila y sonriendo. Cada uno de los hombres la abrazó, la besó, conversó brevemente con ella y luego se acercaron al ataúd.
Cada uno se retiró de la funeraria limpiándose los ojos.
Llegó nuestro turno y al acercarme a la Sra. Miller, con los ojos brillando, me reconoció y tomó mi mano, me condujo al ataúd y me dijo:
"Esos tres jóvenes que se acaban de ir son los tres chicos de los cuales te hablé hace varios años en la tienda, ¿recuerdas?. Me acaban de decir cuánto agradecían los "trueques" de Jim. Ahora que Jim no podía cambiar de parecer sobre el tamaño o color de las canicas, vinieron a pagar su deuda"."Nunca hemos tenido riqueza" -me confió- "pero ahora Jim se consideraría el hombre más rico del mundo"
.Con una ternura amorosa levantó los dedos sin vida de su esposo. Debajo de ellos había tres canicas rojas exquisitamente brillantes

Moraleja:

Recuerda siempre que no seremos recordados por nuestras palabras, sino por nuestras acciones.

La vida no se mide por cada aliento que tomamos sino por las cosas que nos quitan el aliento.


Hoy te deseo un día de pequeños detalles o "milagros" (como tú los quieras ver), tal como una cafetera llena de café fresco que otro te preparó, una llamada inesperada de un viejo amigo, semáforos verdes camino al trabajo.

Te deseo un día lleno de cosas pequeñas de las cuales estar agradecido: la fila más rápida en el supermercado, una canción favorita en la radio, encontrar tus llaves justo donde buscas.

Te deseo un día de felicidad y perfección; pequeños trozos de perfección que te hagan sentir que Dios te está sonriendo, sosteniéndote tan tiernamente porque eres alguien especial y único.

Te deseo un día de paz, felicidad y dicha.

Y te lo deseo a ti precisamente, que has vuelto a mirar mi blog por si habia escrito algo

Y que cuesta un minuto encontrar a una persona especial,
una hora para apreciarla y un día para amarla, pero una vida
entera para olvidarla.

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