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"Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo".- Evelyn Beatrice Hall"

lunes, 4 de abril de 2011

La falsa dimision de Zapatero

La falsa dimisión de Zapatero, de Jorge de Esteban en El Mundo

TRIBUNA: POLÍTICA

El artículo 101 de la Constitución indica cuáles son las causas del cese del Gobierno, aunque conviene advertir lógicamente que se refieren, en todos los casos, a la propia persona del presidente, ya que el Gobierno es una mera emanación de éste. Su contenido literal dice así: «El Gobierno cesa tras la celebración de elecciones generales, en los casos de pérdida de confianza parlamentaria previstos en la Constitución, o por dimisión o fallecimiento de su presidente».

Dicho de otro modo, son cinco las previsiones que la Constitución y la Ley de 22 de noviembre de 1997 sobre la organización, competencias y funcionamiento del Gobierno, preven como causas del cese del presidente del Gobierno: tras la celebración de elecciones generales, por haber perdido una cuestión de confianza sobre su programa o sobre una declaración de política general, por haber triunfado una moción de censura, por dimisión y por fallecimiento. De todas estas posibilidades sólo hay una que depende de la estricta voluntad del presidente del Gobierno: la dimisión. En las demás, su cese viene promovido por la concurrencia de otra causa ajena a él. Ciertamente, las dimisiones, salvo casos aislados, siempre traen causa de alguna razón no deseada por el presidente, pero que, en algún caso, podría superarla. Pues bien, ni la Constitución ni la Ley del Gobierno, mencionan una causa para la dimisión del presidente que puede ser relativamente frecuente y que en el caso de que se produzca no cabe más camino que la dimisión forzada, ante la imposibilidad de seguir gobernando. Me refiero al supuesto de un presidente del Gobierno que, por las razones que sean, pierde el apoyo de su propio partido o coalición para seguir gobernando. No se trata, por tanto, como ocurre en los casos de la cuestión de confianza o de la moción de censura, de que la oposición logre suficientes votos para derribar al presidente, sino que en este caso la pérdida de confianza es la de su propio partido, es decir es una cuestión interna y no externa.

Esto es lo que le ocurrió, con todas las matizaciones que se quieran, a Adolfo Suárez en enero de 1981, cuando se percató de que su propio partido, la UCD, le había quitado el apoyo necesario para seguir gobernando, además de contar igualmente con la enemiga furibunda de la oposición y, encima, de otros sectores extraparlamentarios de notoria importancia. Si son los de tu propia casa los que te han serrado las patas del soporte en que estás, no queda otro remedio que dimitir inmediatamente.

Y esto es lo que hizo Suárez el dia 30 de enero de 1981, presentando su dimisión al Rey, tras un discurso memorables que daba a entender, para los buenos entendedores, las razones de por qué lo hacía.

Hace ya algún tiempo, presionado por muchos socialistas, el actual presidente Rodríguez Zapatero, había anunciado que diría algo importante para su futuro y el de su partido, en la reunión del Comité Federal del mismo celebrada el pasado sábado. Y así fue. El discurso, romo y plagado de medias verdades, que pronunció, sin ninguna grandeza ni emotividad, desveló lo que ya era un secreto a voces: no volverá a presentarse como candidato a presidente del Gobierno en las elecciones del próximo año. Es cierto que alguna vez había dicho, siguiendo el ejemplo de José María Aznar, que era también partidario de no estar más de dos mandatos en el poder. No es posible saber si era sincero al decirlo, o lo decía con la boca pequeña, como tantas cosas que ha dicho y después no ha hecho. Pero es igual, porque la renuncia que formuló el pasado sábado, no ha sido voluntaria, sino que, como en el caso de Adolfo Suárez, claro que por motivos muy diferentes, ha sido forzada por su propio partido y no voluntaria, puesto que había perdido la confianza no sólo de la mayor parte del Comité Federal, sino del 65% del electorado que vota al PSOE. Ahora bien, Adolfo Suárez dimitió de verdad, dejó el partido en manos del número dos, y años despues, tal vez equivocadamente, quiso volver a la política activa con los resultados que se conocen.

El caso de Zapatero es parecido en cuanto a su génesis, pero se diferencia en que, a pesar de que su declaración del otro día, formalmente era una proclamación que parecía más bien una clara dimisión a la presidencia del Gobierno, no se va, sino que intenta, temeraria y demencialmente, acabar la legislatura como presidente del Gobierno y secretario general del partido. Es, pues, una falsa dimisión, porque cuando uno se baja del caballo, ya no puede seguir en la carrera. De este modo, aunque ni la Constitución ni la Ley del Gobierno, enumeran como una de las causas del cese del presidente de Gobierno, la pérdida de confianza del partido que le apoya, es claro que la única salida que tiene, es la de dimitir y marcharse lo antes posible. De lo contrario, se convertiría en una especie de presidente en funciones, que desde luego no está prevista en la Ley del Gobierno. Pero que incluso sería bastante más nefasto para el país que el hecho de que un presidente en funciones «legal» alargase su provisionalidad durante un año, tal y como aspira Zapatero

Sería, por consiguiente, no sólo una decisión suicida para él, sino sobre todo para el país, en una situación en que el paro es insoportable, la economia no remonta, la política exterior parece planificada por un perturbado, las universidades se estan convirtiendo en estercoleros, las familias modestas no pueden llegar ni siquiera a la primera quincena del mes y, con todo esto, debemos ser conscientes además de que ante la enorme fragilidad del Gobierno, los perros de presa aúllan por doquier para morder los tobillos de la unidad española. ¿Es esto lo que desea Zapatero? No lo creo, pues todavía tengo alguna confianza en que quiere lo mejor para España, a pesar de que se haya equivocado frecuentemente. En muchas ocasiones, por no tener en cuenta los consejos que le daban personas que no aspiraban a ningún cargo o carrera política, es decir, de forma desinteresada.

Por consiguiente, lo que es urgente y necesario es que esta falsa dimisión de Zapatero, se convierta en real y que de una vez deje La Moncloa. Para ello, tiene dos modelos: el modelo Suárez y el modelo Calvo-Sotelo. En cuanto a Suárez, ya he dicho que dimitió, designando como sucesor, a expensas de que obtuviese después la confianza parlamentaria, el número dos del Partido, Leopoldo Calvo-Sotelo, el cual pagó, por decirlo así, los embates furibundos de ciertos sectores que no quiero recordar, pero que iban dirigidos a desalojar a Suárez de La Moncloa cuando ya había anunciado su marcha. Ahora bien, este ejemplo ya no resulta tan fácil, porque, por una parte, el heredero deseado, Alfredo Pérez Rubalcaba, se halla contaminado con materias que son de naturaleza explosiva, que en cualquier momento pueden estallar. Y, en cuanto, al resto de la «caballada -como decía un famoso político mexicano- está todavía muy flaca». Es más: no se puede aducir que el PSOE no sea partidario del dedazo, porque el ejemplo de Trinidad Jiménez lo tenemos demasiado cerca, habiendo tenido que recurrir a unas primarias que se quisieron manipular, aunque no se consiguió, en contra de Tomás Gómez.

De ahí que sólo le quede a Zapatero el modelo de Calvo-Sotelo, que siendo presidente del Gobierno, después de superar tanto el intento del loco de Tejero, como la difícil votación de investidura, se dio cuenta de que no contaba, en una situación tan precaria como la de entonces, con el apoyo de un partido, la UCD, en el que los tránsfugas corrían en todas direcciones, por lo que decidió convocar, antes de agotar la legislatura, elecciones generales, pero sabiendo que las iba a perder, y de ahí su grandeza como político, puesto que tuvo en cuenta sobre todo los intereses de su patria más que los suyos propios.

En suma, Zapatero debió convocar elecciones en mayo pasado, cuando perdió su credibilidad ante los españoles, e incluso ante los de su propio partido, Pero no lo hizo, dejándose guiar por los cantos de sirena. También lo ha podido hacer el propio sábado pasado, en lugar de anunciar su falsa dimisión. Aznar no recurrrió a esa teatralidad cuando dijo que no se presentaria otra vez, despues de ocho años, a unas nuevas elecciones, teniendo además a todo su partido detrás y con la casi certeza de que el PP volvería a ganar las eleccione si no hubiese ocurrido lo que ocurrió.

Por lo demás, Zapatero debe ser consciente de que las humillaciones que lleva sufriendo por parte de los barones y militantes de su partido desde hace meses, se iran incrementando, porque ya ha perdido la batuta mágica, capaz de convertir a una acémila en un ministro. Incluso debe ser consciente de la nefasta «cuenta de resultados» de su mandato, que si se hiciera ahora, como ya empiezan algunos a insinuar, sería algo demoledor para él. Debe convocar eleciones ya, cumplir así con su sentido patriótico y extirpar de cuajo cualquier tendencia hacia un complejo de manía persecutoria, porque lo peor que le puede pasar a una persona que cae en ese complejo, es que realmente le persigan. Si desoye nuevamente los consejos, que ya son un clamor público, para que convoque eleeciones, no habría más remedio que hacer nuestras las palabras de Julio César: «Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia…».

Jorge de Esteban es catedrático de Derecho Constitucional y presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO

Copiado literal de http://elcomentario.tv/reggio/la-falsa-dimision-de-zapatero-de-jorge-de-esteban-en-el-mundo/04/04/2011/

2 comentarios:

MAMUMA dijo...

Qué se puede esperar de un personaje ,al que se le ocurre algo tan gilipollesco como:
" La Alianza de Civilizaciones"

Emilia S dijo...

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besos

Catherine